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En el nombre de la Madre

De madrugada  la Juez  Sandra Arroyo Salgado allanó el domicilio en el que Bárbara y su marido vivían con su pequeña hija. El Código Penal ordena que los allanamientos en domicilios particulares sean siempre en horario diurno (art. 158 CPPN) pero desde que el kirchnerismo​ llegó,  la única ley que rige es la del más fuerte.

El marido de Barbie fue separado y encerrado con su hijita en una habitación. Barbie y su propia madre también fueron separadas entre sí.  Arroyo Salgado exigía una muestra de sangre para averiguar si Barbie era hija de “desaparecidos”. Aunque la ley pide su consentimiento para esta extracción, las medidas coercitivas que rodean el examen son de tal brutalidad que la víctima (la víctima del Estado abusador) termina cediendo.

Su hijita lloraba desconsoladamente.  Arroyo Salgado, la misma que hoy mendiga ayuda contra el poder que tan bien supo servir,  negó que le alcancen una mamadera. La bebé se estaba deshidratando por el llanto y el miedo.

Barbie pudo reunirse con su madre Elida Hermann  en privado. La juez no la autorizó a atender a su hija  pero sí a reunirse con su madre, sabiendo bien el efecto que tendría. “Vas a tener que aceptar, Barbie, no te van a dejar en paz hasta que les des sangre…yo voy a estar bien”​,​ la convenció Elida.

Barbie aceptó. Por obra de la magia genética kirchnerista pasó a ser hija de “desaparecidos” y  Elida fue a prisión.

 

El nombre

“Como te querés llamar?” le preguntó a Barbie la juez Arroyo Salgado ya en la calma de su oficina ante el  dudoso  examen genético.

-Cómo te querés llamar?

-No entiendo…¿me tengo que cambiar el nombre?

-El apellido desde ya pero si también querés cambiarte el nombre de pila lo dejo a tu elección.

-Yo soy Bárbara…siempre fue mi nombre y siempre lo va a ser.

Barbie nunca rechazó a su supuesta hermana​,​ Juliana, antes bien recibió con alegría tener una hermana habiendo sido criada como  hija única. Habían empezado a construir una relación, ambas tenían hijas de la misma edad pero sólo le hizo un pedido a Juliana, que no fuera querellante contra su madre. Juliana se negó “se lo debo a ellos”.

Nunca volvieron a verse.

 

Mala influencia.

Elida Hermann continúa en prisión  contra  todas las prescripciones legales y todos los pronósticos. Se aluden oscuros designios de pactos internacionales pero “off the record” le explicaron a Barbie que Elida seguía en prisión efectiva porque es una “mala influencia” para ella.

Por Andrea Palomas Alarcón

Elida Hermann tiene 71 años, un año más que el que necesita para acceder a la prisión domiciliaria. Tiene además múltiples enfermedades propias de la edad, problemas de columna, presión alta, asma… El Código Procesal Penal ordena que los presos de más de 70 años o enfermos sean detenidos en su domicilio. Las cárceles argentinas no están preparadas para personas de más de 40 años. Los únicos de más de 40 (60;70;80;90) que continúan presos en Argentina son los condenados por “lesa”. Elida cumple las dos condiciones: edad y enfermedad. El único motivo por el que no se le permite ir a su domicilio es porque Barbie se niega a rechazarla como madre.

El pasado 16 de junio, la Sala IV de Casación volvió a rechazar su detención domiciliaria por tercera vez. Con el voto de Juan Carlos Geminiani y Mariano Borinsky (en disidencia Gustavo Hornos) decidieron, entre gallos y medianoche, que Elida siga en prisión común, rodeada de presas comunes. Barbie había solicitado estar presente en la audiencia de Casación  para pedir por su madre. Por eso fallaron  sin audiencia previa, en contra de lo que ordena  la ley. El escándalo de una hija “apropiada” pidiendo clemencia por su “apropiadora” es más que lo que el relato del régimen puede resistir.

Barbie tuvo una crisis de nervios cuando lo supo. Se presentó en el edificio de Comodoro Py y exigió hablar con los jueces. La defensora  Magdalena Laiño trataba de calmarla.

Sus gritos llegaron a los imperturbables jueces. Sólo Borinsky salió a atenderla precariamente en un pasillo, le dijo con desprecio que no iba a desperdiciar ni cinco minutos de su tiempo  con una “hija de genocidas”.

Como Barbie no se somete al relato del  régimen pasa de hija de “desaparecidos” a hija de “genocidas”.

Esta es la terrible disyuntiva. Barbie y su madre saben muy bien que el amor que se prodigan no tiene cabida en la realidad de utilería que inventaron las “orgas” de DDHH. Ambas saben que Elida sólo podrá ir a detención domiciliaria si Barbie la rechaza como madre pero ninguna de las dos acepta esa regla y sufren con  estoicismo la realidad que les impusieron.

Barbie podría ​disfrutar​ un presente de fama, halagos, indemnizaciones y cargos públicos bien remunerados pero en su lugar elige el amor de su madre y la lealtad a la familia que la crió.

La identidad biológica que le quieren imponer violenta sus sentimientos de persona   libre y sensible.

País hundido en la mediocridad y el fracaso, aquel que castiga el amor  y premia la codicia.

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