“EL NUEVO ORDENAMIENTO INTERNACIONAL POSTERIOR A LA INTERVENCIÓN DE EE. UU. Y SUS ALIADOS EN IRAK”
(21 de Mayo de 2003)
(Conferencia en la AAAI – COFA – Bs. As.)
Por General Heriberto J. Auel – Vice-Pte AAAI
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El fin de la Posguerra Fría
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La transición a la “civilización posindustrial”
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La “guerra mundial contraterrorista global”
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Las “relaciones quisquillosas”
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El nuevo orden internacional “in partibus”
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El “cinturón de quiebra” del Medio Oriente
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El “cinturón de quiebra” Iberoamericano
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La paradoja y la armonía de la Estrategia.
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El fin de la Posguerra Fría
El 11 de septiembre del 2001 produjo una profunda conmoción en el alma de la nación estadounidense. Nunca antes había recibido una agresión en el interior de la “Fortaleza Americana”, protegida por la inmensidad de los Océanos que la limitan al E y O, por el “pack” de hielo del Ártico en el N y por el “Patio Trasero”, al S.
Alguien recordó entonces la conocida frase del Almirante Yamamoto, después de Pearl Harbour: “Hemos despertado al gigante dormido y le hemos obligado a tomar una terrible decisión”.
Y ciertamente, el gigante después de los hechos citados ha tomado nuevamente una “terrible decisión”, para sorpresa y pavor del mundo culturalmente subdesarrollado.
Esa profunda conmoción nacional tuvo su correlato externo inmediato. Espontáneamente y por unanimidad, las Naciones Unidas se manifestaron solidarias con los estadounidenses. Con ese espíritu se dictó la Resolución 1441 en la Asamblea General, en línea con la 678 y 687; originada por un “hecho estratégico imponderable” provocado por el macro-terrorismo, de modo y a escala inesperada.
Esa Resolución unánime autorizaba a las Naciones Unidas a adoptar las decisiones conducentes a eliminar una amenaza y riesgo estratégico de categoría inédita.
Los Estados Seculares, particularmente aquellos que conforman el mundo desarrollado “Norte” liderado por el G8 y con un reconocido “primum inter pares”, los EE.UU., recibían un contundente desafío agresivo, a través de un sorpresivo ataque -“no ponderable” en su concepto operativo -, si bien previsto en el planeamiento estratégico de la OTAN y de los EE. UU.
Emerge -en superficie- un enemigo no-estatal, sin códigos, innominado, sin rostro, nómada, que opera en red, poderoso y con siglos de tradición criminal, ahora en alianza con fundamentalismos religiosos regresivos, antiseculares, que demonizan a la civilización occidental, o con remanentes revolucionarios, o estados parias, normalmente dictaduras con aspiraciones hegemónicas regionales.
En ese mismo día 11 de septiembre de 2001 (11S01) se iniciaba una nueva Guerra Mundial - Planetaria. La décimo primera en los últimos cinco siglos. La segunda en ambiente QBN. La primera sin disuasión convencional o no convencional.
Muy pocos actores de nuestra región asumieron este hecho histórico y entendieron el significado de la nueva situación. Este vuelco iniciaba el trazado de un nuevo mapa estratégico mundial, gestado silenciosamente, con prudente sigilo, a lo largo de la última década.
Algunos estados aprovecharon la coyuntura para reasumir autonomías perdidas, otros reingresaron a sus andariveles ideológicos desarrollando teorías conspirativas y no faltaron los que siguen, aun hoy, transitando sin rumbo, como autistas, sin percepción alguna de la extraordinaria y dinámica circunstancia internacional que nos abarca. Es allí donde revista nuestra Argentina.
En el 2001 ya no regía el cepo de la lógica bipolar y emergieron, desde las coaliciones de la guerra fría, resentimientos, intereses y antiguos esquemas de poder. Se confrontaban cinco revoluciones trascendentes que aun permanecen, con diferentes estadios, en el trasfondo de las diversas culturas políticas con actual presencia en el escenario internacional.
Lo cierto es que, si “el gigante dormido” se había despertado por aquel bombardeo japonés en Filipinas, sobre su flota; los casi seis mil muertos civiles provocados por el sorpresivo ataque mostrado por televisión al mundo entero, sobre precisos objetivos simbólicos del poder estadounidense volvieron a poner en acción al gigante, ahora herido en su intimidad y mucho más poderoso, que se dirigió al mundo y prometió:
“Ningún grupo o nación debe equivocarse sobre las intenciones de EE. UU.: no descansaremos hasta que los grupos terroristas de alcance mundial hayan sido encontrados, hayan sido contenidos y hayan sido derrotados”. (Presidente G. W. Bush – 06 Nov 01).
2. La transición a la “civilización posindustrial”
El lapso de la breve posguerra fría 1991/2001, al corresponder a una guerra “diferente”, produjo una enorme “confusión” entre quienes pretendían proyectar o pronosticar la evolución de la “Pax Global” emergente, no imaginada hasta entonces. Surgieron visiones optimistas y pesimistas, intelectuales perplejos y, en nuestro hemisferio, muchos dirigentes decepcionados, que perdían su paradigma ideológico -la URSS-.
Convergían -en los ’90- cambios cualitativos de carácter socio-cultural, realineamientos geopolíticos internacionales, innovaciones tecnológicas y económicas, una profunda revolución financiera, el aumento exponencial en las transacciones comerciales, la erosión de la soberanía del estado y una compleja interdependencia generalizada.
El fenómeno fue descripto como una “nueva globalización”. Pero: por primera vez esta era de carácter planetario.
Se trataba de una inédita “mundialización”, bajo un unicato imperial conducido por el G7/8. Había dificultad para percibir el giro de los acontecimientos. La razón fundamental de tal dificultad se centró en el acelerado ritmo de evolución de la “nueva civilización”, que fue bautizada como “Tercera Ola”, “Era Tecnotrónica”, “De las Comunicaciones”, “Posindustrial” o “Del Conocimiento”, entre otras.
No todas las mentalidades se adaptaban al nuevo compás. No todas las percepciones encontraban la naturaleza cualitativa de la nueva forma de producir o de hacer la guerra.
Estábamos en presencia de un punto de inflexión del progreso humano.
Ingresábamos, no todos los actores internacionales a un mismo tiempo o con las mismas facilidades, a una nueva etapa de la civilización de manera acelerada, con un dinamismo desconocido después de los estratificados y largos años de la guerra fría.
De la Civilización Industrial pasábamos a la Posindustrial y las crisis del “cambio cualitativo” se ponían en evidencia con su condigna guerra, mundial y planetaria: “La Guerra Contraterrorista Global”.
3. La “guerra mundial contraterrorista global”
Como lo señala Gastón Bouthoul:
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“la guerra es la más notable de todas las formas de transición de la vida social, es una forma de transición acelerada”.
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“Es por la guerra que han hecho su entrada casi todas las nuevas civilizaciones”.
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“Es por la guerra que se establecen o se sancionan las supremacías que colocan, durante un tiempo más o menos largo, un cierto tipo de sociedad a la cabeza de la humanidad”.
He allí descripta la causa profunda de la Guerra Mundial Contraterrorista Global en acto, que el Crimen Organizado Internacional y sus diversos “asociados regionales terroristas”, iniciaron el 11S01.
El 14 de febrero de 2003 el gobierno de EE.UU. hizo conocer “La Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo”. En éste documento queda perfectamente definido el enemigo:
“El enemigo no es una sola persona. No es un régimen político único. Por cierto, no es una religión. El enemigo es el terrorismo: la violencia premeditada, políticamente motivada, perpetrada contra objetivos no combatientes por grupos subnacionales o agentes clandestinos. Aquellos que emplean el terrorismo, cualesquiera que sean sus objetivos específicos, seculares o religiosos, se esfuerzan por derrocar el imperio del derecho y llevar a cabo cambios mediante la violencia y el temor. Estos terroristas comparten también la creencia errada que matar, secuestrar, extorsionar, robar y hacer estragos para aterrorizar a la gente, son formas legítimas de acción política”.
Más adelante el documento aclara que la Estrategia de Seguridad Nacional “previene los ataques terroristas dentro de EE.UU.” y que el ya citado más arriba, la “Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo”, se concentra “en identificar y desactivar las amenazas, antes de que lleguen a nuestras fronteras”.
Define, a ésta última estrategia, como:
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“de acción directa y continua contra los grupos terroristas, cuyo efecto acumulativo dislocará inicialmente, degradará con el tiempo y finalmente los destruirá”.
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”EE.UU. se esforzará en reclutar aliados”
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“...sin embargo, de ser necesario no vacilaremos en actuar solos, ejerciendo el derecho a la defensa propia, inclusive en la acción preventiva...”
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“Usaremos el poder de nuestros valores, para dar forma a un mundo libre y más próspero... ”.
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“Es importante para todos los países adoptar una política de “tolerancia cero” con las actividades terroristas, dentro de sus fronteras”
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“Cuando un estado decida no responder a tales incentivos, tendrá que enfrentar decisiones severas”.
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“...la guerra contra el terrorismo no es alguna especie de ‘choque de civilizaciones’; es el choque de nuestra civilización y quienes quieren destruirla”.
4) Las “relaciones quisquillosas”
Ya en diciembre de 2002 los Toffler, comentando la Cumbre de la OTAN en Praga, señalaban los nubarrones que venían cubriendo a la Alianza Atlántica. A los diecinueve componentes se le sumarían otros siete, con lo que se apreciaba habría mayores dificultades para alcanzar decisiones, que por reglamento deben darse por consenso absoluto.
La amenaza nuclear soviética ya no existía para unir a los continentes y los riesgos estratégicos emergentes exigían esfuerzos presupuestarios que los europeos no estaban dispuestos en asumir.
EE.UU. gasta en Defensa el doble que la suma del resto de los aliados de la OTAN. Tiene el 100 % de los bombarderos estratégicos, el 90 % de la vigilancia aire-tierra, el 80 % de la capacidad de reabastecimiento en vuelo. Frente a sus 250 transportes aéreos estratégicos, los europeos suman solo 11. La brecha más grave se observa en el nivel tecnológico de los sistemas de armas y de las comunicaciones de última generación.
La OTAN esta equipada para una guerra de masas -de la civilización industrial- y el terrorismo posindustrial le presenta una guerra “asimétrica”, en la que actúan células dispersas, trabajando en red. La enorme burocracia vertical y centralizada de la OTAN, con sus 340 comités formales, enfrenta a una entelequia sutil y sin formas.
Los terroristas que viven en la primera ola, acceden operativamente a medios de la tercera y tienen la agilidad de una gacela frente a un elefante, en sus organizaciones decisionales.
Es indudable que la mutación acelerada de la situación y de los instrumentos operacionales disponibles, están derrumbando a las coaliciones, a los organismos y al co-gobierno “global” y aparecen las “alianzas ad-hoc”. Ello es natural. El cambio origina nuevos objetivos y nuevos intereses. Loa alineamientos cambian. Los socios son otros.
Las alianzas “exclusivamente militares” ya no son de aplicación ante el nuevo enemigo y el modo de desarrollar el poder y la fuerza, amplía la formulación de las estrategias generales o de la gran estrategia.
Ello repercute en la organización de los medios y en la formulación de alianzas informales y fluidas, con entes no estatales y “amigos” objetivos.
El próximo 1ro de junio está prevista la próxima cumbre del G8 en Evian (Francia). Allí veremos en superficie las diferencias “quisquillosas” que se manifestaban puertas adentro, durante la posguerra fría. Las decisiones estratégicas ofensivas y preventivas, a que obligó la naturaleza de la nueva Guerra Mundial, han dividido las aguas. Aun no están consolidados los bloques, pero el movimiento tectónico ya se ha producido.
La división del mundo global, es un hecho. Francia y Alemania irán a Evian a buscar “el papel central” de la ONU en la reconstrucción de Irak y Washington y sus nuevos aliados solo consentirán “un papel secundario” de la ONU que no acompañó a la coalición ad-hoc, en su momento.
Se cumple así una fundada reflexión de Edward Luttwak: ... “si quien prevalece en la guerra es una coalición, su misma victoria la debilitará, al reavivarse las disputas suprimidas. Según la inexorable paradoja, una victoria total destruiría totalmente una coalición”.
Hoy el G8 está dividido y también lo están la OTAN, la Unión Europea y los cinco vetos del Consejo de Seguridad. Son las “armonías y paradojas de la Estrategia”.
5) El nuevo orden internacional “in partibus”
El nuevo mapa estratégico en gestación, que hemos citado, muy probablemente volverá a mostrar bloques y nuevas “líneas de borde”. Saúl Bernard Cohen, en “Geografía y Política en un Mundo Dividido”, había señalado una “Geografía móvil de lo social”, en 1963, localizando “cuatro núcleos de poder”: EE.UU., URSS, China Continental y Europa Marítima y “tres cinturones de quiebra”, que en éste caso nos interesan particularmente, a los que define como:
“regiones situadas estratégicamente, ocupadas por estados conflictivos y atrapadas entre los intereses opuestos de otros núcleos de poder. Buenos ejemplos de los mismos son el Oriente Medio, el Sudeste Asiático y Sudamérica”.
El Nuevo Orden Mundial enunciado por el Presidente Bush (padre) en la Primera Guerra del Golfo, que fuera citado por años como “un gran desorden”, recién empieza a mostrar sus contornos en el 2003, al decidirse la intervención en Irak. Los núcleos de los bloques, ya están conformados.
6. El “cinturón de quiebra” del Medio Oriente
El “cinturón de quiebra” del Medio Oriente, en el concepto definido por S. B. Cohen, encierra un enorme almacén de petróleo, es un punto focal del Islam y el “puente natural de tierra”, como le llamó Liddell Hart, entre Europa, Asia y África. A estas condiciones, se le suman intereses y necesidades estratégicas de los “núcleos de poder”, actualmente interactuantes en la Región. Allí revistaba Irak, sin control político interno.
Halford Mackinder, en su conferencia de 1904 “El Pivote Geográfico de la Historia”, sostenía: “Quien rige en Europa Oriental, manda en la Tierra Corazón;
quien rige en la Tierra Corazón manda en el Mundo Isla y
quien rige en el Mundo Isla, manda en todo el orbe”.
Irak se encuentra en el extremo sur del “Mundo Isla” y es parte del “shutterbelt” de Spykman. Es la antigua Mesopotamia, el Tigris y el Éufrates que penetran hacia el Norte, hasta las estribaciones del Monte Ararat. El valor estratégico permanente de ésta región geográfica estableció, sin duda, la prioridad de intervención de la Alianza en la presente guerra mundial, teniendo en cuenta la caracterización del régimen de Saddam, del nuevo enemigo y la actitud de algunos actores europeos dentro de la OTAN durante los ‘90.
Más hacia el Este, en Afganistán, ya se había producido una primera intervención. Ambas permiten el posicionamiento de núcleos de tropas de elite en el “bajo vientre euroasiático”, dominando a la “región geográfica” que controla las comunicaciones continentales y las reservas petroleras del Golfo Pérsico y del Mar Caspio.
Entendemos que estas bases permanecerán allí, por un largo período. Así lo exige la nueva situación.
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Frente al Asia, el continente más antiguo desde una perspectiva histórico-cultural y
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frente a la Europa Continental, el más antiguo política y tecnológicamente,
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se encuentran los EE.UU., el país-continente más moderno de la tríada, por su historia, por su cultura, por sus instituciones políticas y por su desarrollo tecnológico. Ganó la última guerra mundial y ha sido desafiado con inesperada violencia por el terrorismo global, como cabeza imperial y líder de la civilización occidental.
China retiene la visión tradicional de sí misma, que mantuvo durante los últimos tres mil años como el “Imperio del Centro” o “El Centro del Mundo” y ello le facilita entenderse con el joven “Imperio Americano”. Son las dos “Revoluciones activas y ascendentes” al iniciarse el Siglo XXI y están interactuando.
Además de Mackinder, dos alemanes, Ratzel y Haushofer se ocuparon de la Europa Continental Terrestre, pero con un sesgo político- estratégico: el equilibrio con el poder naval del Mundo Oceánico, cuyas doctrinas fueron desarrolladas por dos estadounidenses: Mahan y Spykman.
La actual presencia militar aliada en el “bajo vientre euroasiático” es una necesidad estratégica de ese equilibrio que, a nuestro juicio, se irá conformando y consolidando rápidamente en los próximos meses, dando lugar a los nuevos bloques del mapa estratégico mundial: el Oceánico y el Continental, que resultan de las consecuencias de la guerra fría, de la nueva guerra mundial en acto y de la presente etapa de la civilización posindustrial.
7. El “cinturón de quiebra” Iberoamericano
En nuestra Región el Grl Div D. Carlos de Meira Matos -de Brasil- viene proponiendo un Corolario Spykman ampliado: la conformación de la “Nueva Alianza Inter-Oceánica” (NAIO), a constituirse con Canadá, EE.UU., Brasil, Argentina, Nueva Zelanda, Australia y Japón. Los hechos indican que la NAIO podría desarrollarse y aun ampliarse con los países europeos que conforman la actual Alianza ad-hoc que opera en Irak, con eventual presencia en el Mar del Norte, en el Báltico y en el Mediterráneo.
De ese modo, la “media-luna” naval de Meira Matos se constituiría en un “cerco inter-oceánico”, con una base de apoyo central-continental en las costas del Índico, sobre el “bajo vientre” euroasiático, espacio llave, de carácter histórico, hoy revalorizado.
En Eurasia, Eugeni Primakov, que fuera recientemente Primer Ministro de Rusia, planteó formalmente en 1998 el Eje Moscú – Nueva Delhi – Pekín. Estas tres potencias nucleares, cuantitativamente suman casi el 50% de la población mundial. Es poco probable que India se sume al bloque continental y no es probable que China acepte.
(Pero Primakov no imaginó -hace solo cinco años- que Francia podría revistar en el bloque Continental, pues nunca antes había estado allí y lo hace hoy, provisoriamente, al adelantar el veto en el CS ONU, ante la intervención en Irak).
El joven Capitán Haushofer había previsto el bloque “Asia + 1”, siendo Alemania la que se sumaba al Este e incluía necesariamente al Japón. El Japón de hoy ha retenido sus tradiciones culturales, pero está adscrito a la civilización y a la alianza occidental, con su sistema político sustentado en las reformas constitucionales del Grl. MacArthur.
El caso de Alemania merece especial atención. El síndrome de su derrota en la Segunda Gran Guerra Civil Europea -1945- la ha colocado en una posición muy diferente a aquella de sus tradiciones históricas. Ello ha quedado en evidencia cuando tuvo que tomar la decisión de enfrentar al macro-terrorismo.
Alemania -sin veto en el Consejo de Seguridad y sin arsenal nuclear- pierde el liderazgo político que su posición económica le otorga en su bloque. Francia seguramente liderará el frente europeo de la alianza euroasiática en eventual gestación. Es la Francia que ha “decepcionado” al Grl Colin Powell, Secretario de Estado. Pero, Alemania está insinuando un giro político, desde su crisis económica.
Vayamos ahora, puntualmente, a nuestro “cinturón de quiebra Iberoamericano”, como potencial frente marítimo sud-atlántico dentro de la NAIO ampliada, que presenta hasta hoy el cuadro situacional internacional surgido de la intervención en Irak.
¿Está comprendida nuestra Sudamérica por el concepto enunciado por Cohen como “cinturón de quiebra”?. Recordémoslo: “región situada estratégicamente, ocupada por estados conflictivos y atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder”.
Vayamos por partes:
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¿están “en conflicto” los estados Iberoamericanos?
Si, todos los estados Iberoamericanos, institucionalmente muy débiles, registran severos conflictos internos derivados de su misma fragilidad, de la guerra fría que peleamos sin estrategia y de las dificultades que en diversos grados presentan nuestros países para asumir con soltura las exigencias posindustriales. Chile, aun con sus problemas, podría considerarse como una excepción en la Región.
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¿Están los estados Iberoamericanos “atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder”?.
Si lo están. Están atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder, con un serio agravante: hay una profunda inconciencia del riesgo estratégico presente y no solo en el pueblo. Esa inconciencia alcanza a gran parte de la dirigencia, perturbada ideológicamente, por necesidades de sobrevivencia o por corrupción.
Para decirlo con mayor claridad: se ignora o se oculta el hecho de “estar atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder” y se retiene, casi por unanimidad de los sectores políticos, un nivel escandaloso de incertidumbre, de indefensión estratégica y de inseguridad pública, interrelacionados. Esos “otros núcleos de poder” que actúan en Sudamérica, en presencia de los débiles estados regionales, son:
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los nuevos bloques internacionales, aun en formación y
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el crimen organizado internacional y sus asociados locales: los remanentes terroristas revolucionarios de décadas pasadas y las mafias narcoterroristas.
Consecuentemente, estamos en tiempo de descuento. Es conveniente tomar en consideración que en el caso de no adoptarse la “tolerancia cero, con las actividades terroristas dentro de las propias fronteras”, los estados Iberoamericanos “...tendrán que enfrentar decisiones severas”.
Hace pocos meses en Santiago, Chile -el 18 Nov 02- el Secretario de Defensa de los EE.UU. advirtió a sus colegas Iberoamericanos, en la “Vta Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas”, que: “hay espacios fuera del control de los estados en Sudamérica, que desestabilizan a los gobiernos democráticos”.
Y ya han caído diez gobiernos constitucionales, en la última década, en Iberoamérica.
La paradoja y la armonía de la Estrategia.
Hemos citado más arriba a Edward Luttwak, un filósofo nacido en Transilvania en medio de la guerra, en 1942. Es muy probable que este hecho le haya llevado a dedicarse de lleno a la Estrategia, es decir, a la conducta humana y sus consecuencias, en el contexto de los conflictos sangrientos.
En su libro “Estrategia, la Lógica de la Guerra y de la Paz”, señala la “caracterización paradójica de este conocimiento”, escaso entre nosotros, que hace difícil su comprensión:
“Todo el reino de la Estrategia se halla inmerso en su propia lógica paradójica, que se opone a la lógica lineal común... hasta inducir la reunión y hasta la inversión de los opuestos”.
Dentro de ésta conceptualización, se da el fenómeno del “punto culminante del éxito”, que da lugar a un “proceso de culminación e inversión”.
Es muy probable que, en el contexto internacional que nos envuelve y condiciona tan fuertemente, como lo acabamos de describir, estemos alcanzando en Iberoamérica y en nuestro país, el “proceso de culminación e inversión” de la situación estratégica regional, iniciada con la Guerra Fría.
Los acontecimientos electorales recientes, terminada la posguerra fría e iniciada la guerra mundial contraterrorista, indican con claridad que la Región y nuestro país avanzan, decididamente, dentro de la lógica paradójica, hacia “el fracaso de éxito”.
Las victorias señaladas, de diversas coaliciones, “reavivan las disputas suprimidas” por el electoralismo y sus ingenierías electorales fraudulentas.
Estas disputas suprimidas, pueden hacerse violentas luego de sus elaborados éxitos extemporáneos. Desde allí, desde su auto-destrucción, pueden surgir las energías políticas que permitan construir una Gran Política y una Gran Estrategia, hoy ausentes.
Recién entonces podremos reingresar al mundo y recién entonces descubriremos la natural realidad de nuestra posición excepcional en la fachada del Atlántico Sur.
Encontraremos la armonía y la sinergia estratégicas, que los electorados confundidos por liderazgos débiles, en este tiempo de inflexión hacia la civilización de la Tercera Ola, han buscado en el camino inviable de un retorno setentista. Esa vía es imposible, porque la Gran Política es futuro y porque se ha tomado el equivocado rumbo de colisión con la guerra mundial en acto. Los prejuicios ideológicos se encontrarán de frente con el “gigante que ha tomado la terrible decisión”. La intuición popular describe a este ineludible “fracaso del éxito”, como una posible y hasta necesaria guerra civil “redentora”, por no encontrar otros atajos.
La salida del encierro, del aislamiento y de la parálisis política y estratégica alcanzadas, llegará por la “desmoralización del triunfo” del marxismo extemporáneo, que hoy se presenta como progresista, siendo a todas luces regresivo y perverso, en el estricto sentido etimológico del término. Su inviabilidad fáctica confrontará a los coaligados, llevándolos a su auto negación, a su inversión absoluta que anula a la victoria extemporánea surgida del hábil trastrocamiento de la derrota táctica -un cuarto de siglo atrás- febrilmente invertida hoy con la fuerza de la desinformación y la ayuda de la “infosfera” alquilada.