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Venezuela

El Éxtasis y la Agonía

Lo que la Revolución no se llevó 

La grave crisis económica que atraviesa Venezuela, con un estricto control de cambio y afectado por la caída de los precios del petróleo, está perjudicando al tráfico aéreo. En los últimos días, dos importantes aerolíneas han anunciado la cancelación de vuelos conectados con el país venezolano: el alemana Lufthansa y la chileno-brasileáa Latam. Pero lo peor parte la llevan los residentes del país caribeño quienes se encuentran en una posición cada día más precaria.

Muchos son los motivos de precupación de aquel ciudadano que ve como su país se cae a pedazos por esta Revolución que solo benefició a un puñado de corruptos y destrozó la calidad de vida de un pueblo que supo de tiempos mejores.

Apagones

No existen cifras oficiales sobre el número de apagones, pero el gobierno aprobó el racionamiento en residencias, sector público, centros comerciales y colegios de todo el país con la sola excepción de la ciudad de Caracas, que está protegida de los apagones.

Desde que se declaró una crisis eléctrica en 2009, miles de venezolanos se habían acostumbrado a estar pendientes de desconectar sus electrodomésticos cada vez que se va la luz para que al retornar la corriente perjudicar lo menos posible heladeras, televisores o unidades de aire acondicionado.

Comprar una planta eléctrica a precio regulado –importada y subsidiada por el gobierno– es una alegría por la que muchos están dispuestos a pasar incontables gestiones burocráticas o varias horas de fila.

Gracias a subsidios como éstos, el consumo eléctrico se disparó en los últimos años: el que solo tenía aire acondicionado en el cuarto, ahora también tiene en la sala y el comedor.

El acceso a bienes como éstos fue para muchos una mejora de la calidad de vida, auspiciada por Chávez.

Hoy, sin embargo, la mayoría no puede prender sus aires el tiempo que quisiera.

 

Agua

Respecto a los cortes de agua, que también se volvieron frecuentes en todo el país, no hay un comité de afectados, pero a diferencia del problema eléctrico, el del agua sí golpea a Caracas, y mucho más en los últimos dos años. En casi todas las regiones el agua llega en cuentagotas y el sabor es preocupante.

Como parte del paisaje del barrio popular venezolano, a las antenas de televisión satelital que hay en cada casa ahora se añadió un tanque azul en casi todos los techos.

Sin tanque la población debe acomodar su rutina a los incumplidos horarios de racionamiento. Con tanque hay alguna que otra comodidad.

Pero si hay problemas de cantidad, también de calidad: las familias tienen que limpiar sus tanques a menudo con desengrasante y cloro tres veces al mes, porque el agua llega amarillenta, hedionda.

En algunos sectores como Valencia, se constató que el agua emite un olor a hierro que impregna la piel y hace arder los ojos.

Dinero

Muchos venezolanos saben lo que es bueno: lo que es pasar –y repetir– unas vacaciones en familia en un resort con todo incluido.

Pero con una inflación que este año tomó cara de hiperinflación, el venezolano ha tenido que sacrificar las idas a restaurantes, moverse en taxi o comer carne y pescado.

Eso produce una angustia casi existencial, porque el venezolano perdió aquello que una vez supo disfrutar: el consumo de platos de lujo.

Ahora, ni lo básico está al alcance de todos: el 87% de los venezolanos dice que su ingreso es insuficiente para comprar los alimentos, según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2015 realizada por tres prestigiosas universidades.

Y entonces pasan sus días esperando al frente de los supermercados, con una sombrilla para protegerse del sol inclemente, a ver si logran comprar los alimentos a precio regulado.

Obtener productos se ha convertido en uno de los motivos para ser feliz en Venezuela.

Esa ansiedad de no saber qué comer hoy se exacerba cuando se piensa en futuro: ahorrar o invertir son ahora conceptos llenos de incertidumbre para el venezolano, que encima acude cada vez más al endeudamiento para paliar la inflación.

La pérdida de la capacidad adquisitiva ha hecho que muchos recurran a empleos informales: médicos/taxistas, ingenieros/meseros, abogados/maquilladores que además revenden productos básicos.

No es que para el venezolano la plata sea todo, sino que cuando la plata deja de alcanzar para alimentar, educar y hacer feliz a su familia, el nerviosismo se convierte en tu estilo de vida.

 

Internet y telefonía

La frecuencia con que se caen las llamadas telefónicas o se desconecta el servicio de internet es difícil de medir, pero las quejas por problemas que se prologan por semanas son anunciadas en las redes sociales, y la lista se acumula hasta que -por supuesto- el usuario pierde la señal de internet.

Quejas, por cierto, con un tono tan violento que revelan un insondable sentimiento de rabia, de desazón, por la inoperancia de las comunicaciones.

Muerte

Los venezolanos se han venido encerrando por el miedo a que se cumpla una de esas historias de descuartizamientos, secuestros o masacres que se oyen por ahí. Las noches en las zonas de clases media y alta por todo el país se convirtieron en un desierto donde solo camina Jack, el destripador. Que Venezuela sea uno de los países con más homicidios del mundo agrava la percepción de inseguridad para cualquiera que no se haya vuelto resistente al miedo.

Aunque venezolanos que perdieron la sensibilidad ante la muerte los hay, como quienes realizan y celebran los linchamientos a delincuentes.

Pero a las muertes por crímenes se suman las víctimas de enfermedades, que convierten una gripe en una neumonía por la falta de medicinas.

La escasez de medicamentos e insumos hospitalarios parece haberse desbordado en el último año: según el ministerio de Salud, en 2015 aumentó 31% la mortalidad general en hospitales.

Venezuela fue pionera mundial en la microscopia electrónica, en la investigación de la diabetes, en la erradicación de la malaria, en el estudio genético.

Nadie se imaginó que en ese país una gripe fuera a generar la angustia de un tumor.

 

PrisioneroEnArgentina.com

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