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A pocos días de cumplir medio año encerrado en el laberinto de la incertidumbre, El Hombre de Honor no se desespera, no baja la cabeza, mantiene su buen humor al que ha sabido adherirle una pizca de sarcasmo alimentado por las rarezas del razonamiento judicial argentino, pero piensa en las situaciones que sus cercanos deben afrontar, antes que en su propio destino. El Hombre de Honor lucha por la verdad, pero mantiene los modales. Recibe cataratas de falsedades y, sin embargo, avanza sin insultar. El respeto a la certeza es una obligación, aunque sea víctima de calumnias. Es, en pocas palabras, lo que William Shakespeare sentenció sobre los humanos: Todos aman la vida, pero el hombre valiente y honrado aprecia más el honor.

El Hombre de Honor tiene prioridades innegociables. Entre estas, el bienestar de su familia, a quien prefiere lejos, para no arrastrarles a un injusto final –el cual ve cerca, es realista- Los prefiere lejos ante la imposibilidad de protegerles frente arrebatos de la Inquisición contemporánea.

El Hombre de Honor enfrenta contratiempos, como el contratiempo ocasionado por la representante del departamento de Derechos Humanos ambicionando detener el intento de El Hombre de Honor en anteponer la defensa de sus camaradas por sobre sus necesidades y riegos, ordenándole que no defendiera a otras personas y aún El Hombre de Honor, desatendiendo “sugerencias” y conociendo el pundonor de estas, continuó con su sostén. Permítame una licencia aquí y ser repetitivo, esto fue ordenado por una representante del Departamento de Derechos Humanos, quien en su “puja” por la igualdad, compasión, derechos del hombre, justicia, honestidad y solidaridad pareciera inspirarse en algunas de las novecientas noventa y ocho definiciones satíricas del Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce.

El Hombre de Honor se ofrece a contestar todas las preguntas, preguntas que no son emitidas desde el lado de la lúgubre ‘justicia’. Cabe preguntar qué sentirán las víctimas o las familiares de estas que buscan saber la certificación de los hechos? Pero allí va El Hombre de Honor, ofreciéndose a careos, a investigaciones, a cotejos, a esclarecer discrepancias porque, habrán podido robarle su libertad, pero su integridad no se puede encadenar.  

Hay dos maneras de resolver controversias de la vida: Desenmascarando a quién miente o confesando la mentira. El Hombre de Honor no pretende que solo acepten su palabra solo que analicen los sucesos. La historia a veces modifica eventos, incluye anécdotas embellecedoras, pinceladas decorativas y  aunque puedan ser disfrazados por lapsos, los resultados de la historia son inalterables. Esta es la ventaja con la que cuenta este Hombre de Honor, ya que no necesita cubrir sus argumentos ni inventar sus refutaciones mientras que sus adversarios precisan hacer crecer sus rostros hasta convertirlos en máscaras.

En estos días en los que una mentira vale un cargo o una satisfacción económica, El Hombre de Honor sabe que gracias a su autenticidad en un futuro remoto le alcance ese enlutado beneficio a alguno de sus familiares. Bien claro dejó establecido que esa es una moneda sucia. Que nadie es digno de despojar al pueblo del dinero que tanto sacrificio le costó ganar y será escogido para enmendar los resbalones de jueces, fiscales y dudosas víctimas. El Hombre de honor no se aprovecha de la ciudadanía, no está en su constitución.

Las grandes sociedades de hoy –Y no me refiero al tamaño moral- regeneran los procederes de vida de las criaturas primitivas, donde el combate por perdurar y superar torna al hombre en un ser mezquino, tal vez por eso la definición de honor no sea tan usada en estos días y solo aplica a unos pocos. Entre esos pocos, Claudio Kussman, El Hombre de Honor.
 

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